martes, 18 de octubre de 2011

Cisnes


Mucho se ha escrito sobre la caza.
Recuerdo un libro ("el hombre animal cazador" o algo parecido era su título) en el que demostraba su autor que el hombre era hombre porque, en esencia, era cazador. De ahí venían sus hábitos sociales como el trabajo en equipo, además de haber podido desarrollar su cerebro -básicamente integrado por materia grasa- gracias a las piezas de caza que comía que contenían la grasa de la que carecía la comida vegetariana.
Otro libro fundamental para comprender la caza es el ensayo con el que prologó Ortega y Gasset la obra del marques de Yebes "veinte años de caza mayor". Este prólogo es, por supuesto, mucho más importante que el libro, y una auténtica delicia. Su lectura es obligada antes de emitir cualquier opinión sobre la caza.
Delibes en el "diario de un cazador" demuestra un gran conocimiento de la caza menor. Ya decía Hemingway (asiduo cazador y pescador) que cuando se escribía con estos temas de fondo, no era necesario hacer un tratado de caza o pesca (en esencia caza y pesca es lo mismo) pero, no obstante era necesario que el lector se diese cuenta de que el autor poseía los conocimientos suficientes para escribir ese estudio o tratado si quisiese.
Otra obra en la que Delibes trata de la caza para que podamos comprender sus entresijos es en "los santos inocentes". Ahí se ven varios vicios de la caza como ese repugnante afán competitivo que la desnaturaliza y convierte a las piezas de caza en una mera referencia a ver quien gana:
-Coño Paco, ahora que me saca el ministro cuatro perdices te tronzas el hueso?-
Desde que se crían industrialmente los pollos, la caza ha perdido su justificación primera como fuente de proteínas y el cazador ha pasado de ser admirado y apreciado a ser odiado por la sociedad que se ha hecho ecologista. Todos tenemos derecho a la contemplación y al estudio de los animales y el cazador egoístamente nos lo impide.
Este egoísmo del cazador para disfrutar él solo de un animal va mucho más allá de ese único animal. El problema no es que nos hurte a los demás el disfrute de esa pieza, sino que destruye el hábitat, que es como si destruyese a todos los animales.
Con las siguientes fotos hechas en el sur de la bahía de Santander, se puede comprender fácilmente esto. Hasta hace pocos años era impensable ver un cisne libre en los estuarios y rías de España. Hoy están criando en libertad y ayer he podido contar casi un centenar de ellos en el sur de la bahía. Pues bien, basta con que un cazador, legal o ilegalmente, mate un cisne de éstos para que el hábitat quede automáticamente destruido y desaparezcan los cisnes de la bahía como lugar seguro.
El problema es la desaparición de los hábitats no de los animales. Cuando se encuentra un cachorro de oso herido se produce un gran revuelo mediático que sigue la cura y rehabilitación de esa cría como si de ello dependiese la supervivencia de la especie. Y no es así. Se pueden criar en cautividad tantos osas como queramos, el problema es donde se introducen y se sueltan después.
El problema de la caza es su gran capacidad de destrucción de hábitats.

Esta es la cabeza de un cisne cantor. Aún pasarán algunos años antes de que este gran cisne siberiano llegue a invernar en España en grandes cantidades como lo hace en Gran Bretaña, por ejemplo.




















Hay también una población bastante importante de ánades reales.








Se ven bastantes garcetas...

...y garcillas.


Alguna espátula...


...y pajarillos como el buitrón, antes inexistente en el norte debido a la rigurosidad de los inviernos.

Cernícalo.

No hay comentarios: